jueves, 17 de mayo de 2012

El Espiritu de La Legión.
De Juan Garcia Merchan 

EL ESPIRITU DE LA LEGION

La Legión, sin cambiar un ápice su esencia, ha tenido entre las gentes altibajos de reconocimiento y de fama.

Cuando en 1921 fue en socorro de Melilla, que tenía a sus puertas a los harkeños enfurecidos, ávidos de pillaje y de botin y cuando, después, colaboró, siempre en vanguardia, a la reconquista del Territorio perdido, el nombre de La Legión subió hasta el pináculo de la fama. Gimieron las prensas en su honor, y los perió­dicos y revistas nacionales y aun extranjeras cantaban en sus colum­nas el heroísmo y el espíritu de la nueva Unidad.

En 1927, con la ocupación total de la Zona, vino la paz, y hasta 1934 callaron las trompas y La Legión cayó un poco en el olvido. Si hablaban de ella algunas voces malignas, era para afirmar que La Legión ya no era como antes, que no era la misma que en la guerra y que había perdido sus altas virtudes.

En 1934 La Legión volvió a probar su temple al levantar el sitio puesto a Oviedo por los revolucionarios, y al cooperar a la pacifica­ción de Asturias.

Del 1934 al 1936 las mismas voces malévolas trataron de desacre­ditar a La Legión y negar sus virtudes, y hasta los enemigos que España tenía en su seno pedían a gritos la disolución de este Cuerpo. Le temían.

El año 1936 La Legión da la medida de su capacidad operativa y de su empuje, de su perfecta instrucción y de su preparación esmera­da conseguida en el interregno de la paz, y logra su desdoblamiento formando los cuadros de nuevas Banderas, hasta llegar al número de dieciocho, con los cabos y sargentos y con los legionarios extraídos de las seis Banderas veteranas.

No es La Legión como una oruga encerrada en su capullo. Mante­niendo su espíritu, el espíritu que le infundió su Fundador, hoy, ma­ñana y siempre trabaja, se instruye, cultiva las viejas virtudes amo­rosamente y volverá a la vanguardia del valor y de la Muerte si ]a Patria se lo demanda.

¿Y cómo es, en qué se funda el espíritu de La Legión? Los profa­nos acaso lo ignoren, pero los legionarios, desde el General hasta el último hombre de sus filas, sí lo saben; saben que está vivo como un hontanar en el CREDO LEGIONARIO que escribió el Fundador como norma, como ley, como complemento de las Ordenanzas para que sus subordinados lo cumplieran.

Se inicia el CREDO LEGIONARIO con una definición, que es co­mo el resumen de lo que ha de seguir: 

El Espíritu del legionario es único y sin igual.

¡ Qué seguro estaba el Fundador, al escribir estas palabras, de lo que habla de ser La Legión.

Las Ordenanzas, los Reglamentos son para la perfecta instrucción del soldado y normalización de las actividades que debe desarrollar.

Las primeras contienen también preceptos morales -de moral mili­tar, se entiende-, elocuentes en su simplicidad y el aticismo de su estilo. Recordemos los el artículo de las Ordenanzas Generales para Ofi­ciales: “El Oficial que tuviere a su cargo la defensa de un puesto, a toda costa lo hará.”

Pero el espíritu de La Legión va siempre más lejos de lo que mandan ordenanzas y reglamentos. El espíritu de La Legión cambia sus hombres y les infunde un alma nueva. De unos seres torcidos, equivo­cados y aun perseguidos por la justicia, extrae las virtudes insobornables que existen, aunque disimuladas, en la persona más perversa, y las ofrece en holocausto a La Legión y a la Patria. Sobre que la ma­yor parte de los legionarios son seres normales, y no criminales co­mo algunos creen.

El Fundador les inspiró su e4iritu, y por él, en virtud de él, La Legión desde el primer combate se mostró fiel a lo mandado. Y cuando el Fundador se apartó de ella físicamente, ya habla nacido en sus filas el honrado orgullo de lo que hicieron los primeros, para ejemplo de los que les siguieron, como paradigma para los legionarios de hoy.

En todo se nota, en los legionarios, la existencia de ese espíritu excepcional: En la limpieza de su atuendo y su persona, en el brillo de su calzado, en el cuidado de sus armas, en su saludo vigoroso -el codo alzado cuando la mano sube, como un rayo, hasta la prenda de cabeza-, en a presentación al superior -firmes como espadas, men­cionando siempre en sus respuestas el grado de cada cual:

“¡ Sí, mi Teniente! ¡No, mi Capitán!, ¡ ahora, mí Comandante”, su aire mar­cial en paradas y desfiles -en éstos el brazo derecho se alza vigoroso, con la altura de la frente-, su respetuoso afecto a sus superiores, su pasion por La Legión.

¡Qué bien aprendieron los Oficiales -que había de ser el conducto la tropa el espíritu del Fundador- la lección permanente del CRE­DO.

Jamas dijeron en el combate: “¡ Id !“, ni siquiera “¡ Vamos !“, sino: ¡Seguidme!

Con qué desvelo se preocupan del bienestar posible de sus hom­bres, al final de la penosa marcha, los hombres, fatigados, cansados hasta el limite, han de montar las tiendas cónicas, montan pri­mero las suyas, después las de los Oficiales. Y ninguno de éstos come hasta que se ha distribuido el yantar de la tropa.

Por ello los legionarios aman con ceguera a sus Oficiales, en quienes ven no sólo a los superiores que les dan constantes ejemplos de valor y resistencia, sino a sus constantes protectores.

Cuando pedían voluntarios para cualquier acción de paz o de guerra, daban un paso al frente cuantos legionarios estuviesen en las filas.

EL CREDO LEGIONARIO no ha sido un simple Código que se cumple o no se cumple.

EL CREDO LEGIONARIO se ha cumplido en todos y cada uno de sus puntos. Y siempre será así.

Para probarlo haremos a continuación la glosa de cada uno de sus artículos, que prueba el cumplimiento de su contenido:



El Espíritu del legionario: Es único y sin igual, de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.

Copiamos del Diario de una Bandera, de Franco, testigo excep­cional, lo acontecido en la acción de Tanda, en el Territorio de Melilla, en octubre de 1921:

“Unos harkeños que se han corrido por la izquierda disparan va­rios tiros desde retaguardia; dos soldados son heridos en los sostenes; esto produce cierta confusión entre las reservas, y, al mismo tiempo, el enemigo, concentrado en los barrancos del frente, efectúa enér­gicas reacciones sobre nuestras líneas.

Las Compañías de la izquierda ven aparecer de pronto, a pocos metros, las cabezas enemigas; el enemigo, con gran arrojo, ataca por todos lados; el coeficiente moral de las tropas peninsulares es sobre­pasado y el frente de la izquierda vacila en algunos puntos.

Los momentos son de gran emoción y en el sector amenazado volcamos nuestros hombres y nuestro espíritu; los sostenes de las Unidades legionarias acuden al lugar en peligro y acometen al ene­migo; los acemileros de nuestras Compañías de ametralladoras y tren de combate, abandonando sus mulos, se suman a la reacción y el ataque es rechazado en todo el frente.

En las peñas los legionarios rivalizan en entusiasmo...



El Espíritu de compañerismo: Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos.

El 5 de junio de 1923, en una de las acciones más duras a que asistió La Legión, el entonces Teniente Coronel Primer Jefe, Rafael de Valenzuela, que mandaba las fuerzas legionarias que, con otras, protegían el convoy a Tizzi-Azza, al atacar a la bayoneta los nidos de contrarios fortificados en el barranco de Busaada fue abatido por fuego enemigo. Dos camilleros que fueron a recoger su cuerpo resul­taron muertos también y luego otros y otros... Cuando se recogió el cadáver del Teniente Coronel estaba rodeado de los de ocho cami­lleros y de los individuos de su escolta.



El Espíritu de amistad: De juramento entre cada dos hombres.

Los legionarios Fajardo y Moreno, de la 4ª Compañía, Segunda Bandera, son amigos, tan amigos que, al verlos siempre juntos, el Teniente de su Sección, culto y aficionado a la literatura, los llama “los Dióscuros, Cástor y Pólux”; siempre van el uno con el otro, jun­tos pasean, juntos toman su vino en la cantina de Pepe el del Racimo, y cuando tienen permiso para Melilla (estamos en la mitad de 1921) van juntos a visitar determinada casa del barrio Real, donde se com­pran besos relativamente baratos.

En Casabona durante el combate del 8 de septiembre, que dio fama a La Legión, Fajardo cae muerto en lugar batido. El fuego es horroroso, pero Moreno no vacila un instante. Va a recoger el cuerpo de su amigo y cae sobre él cosido a balazos.



El Espíritu de unión y socorro:

A la voz de ¡A mí La Legión!, sea donde sea acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio.

El legionario X en un momento de “caffard”, deserta desde el Drius en diciembre de 1922. Lo detienen los harkeños, quieren que combata a su lado y se niega. Lo encierran con una argolla al cuello y una cadena que le sujeta al muro. Logra romper la cadena y escapa. Atraviesa a pie toda la zona, comiendo lo que encuentra y unas tortas que le da una mora compasiva que trabaja su campo. Se encuentra frente a un blocao de la zona de Xauen. Observa que lo guarnecen legionarios. Teme acercarse por si le disparan. Se pone al abrigo de una roca y grita con toda la fuerza de sus pulmones:“¡ A mi La Legión !” De la guarnición del blocao se destaca un Sargento con dos hombres que recogen al desgra­ciado que aun lleva su argolla al cuello. El hombre tenía fe en la magia de su invocacion.



El Espiritu de marcha: Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente.

Para ir en socorro de Melilla, en 1921, las Banderas efectuaron una marcha desde Rokba-el-Gozal a Tetuán (más de 100 kilómetros) sin apenas descansar. Dos hombres murieron agotados.



El Espiritu de sufrimiento y dureza: No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño, hará todos los trabajos, cavará, arrastrará cañones, carros; estará destacado, hará convo­yes, trabajara en lo que le manden.

Lo que fue nuestra Zona del Protectorado en Marruecos está sembrada de construcciones hechas por manos legionarias. Ben Tieb, Dar Acobba, Zoco-el-Arbaa y tantos otros fueron campamentos le­gionarios permanentes, donde el ingenio y los brazos de los hombres se hicieron patentes en los magníficos pabellones para alojamiento. Sin contar con los Acuartelamientos de Tauima en el Territorio de Melilla y Dar Riffien, o Riffien más brevemente, este último cuna de La Legión. Son verdaderos emporios de edificios bien construidos para todos los servicios, con su poblado civil o de cantinas. Todo lo hicieron los legionarios con el esfuerzo propio y la dirección de sus mandos.

La Legión construyó caminos y pistas y estuvo destacada en lu­gares tan poco cómodos como Yebel-Ars, cerca de la cima del Tidí­guin, donde la nieve es perpetua y se oye cerca el aullar de los lobos, donde el Oficial con varios números hacia la descubierta con raque­tas improvisadas, donde los convoyes tardaban en llegar y hubieron de comerse el caballo del Teniente.

Las posiciones de Tizzi-Asa y Tizzi-Alma, establecidas como base para ulterior avance que fue suspendido “sine die”, eran atacadas constantemente, día y noche, por el enemigo: las Banderas de La Legión se relevaban para guarnecer estos puestos y en ellos se cubrieron de gloria en los más duros combates de aquel territorio.

Durante la retirada de Hamara en 1924, protegida por La Legión bajo una lluvia inclemente, sobre un suelo de lodo en que se hundían los hombres hasta las rodillas, los legionarios que no combatían, ayu­daron a sus hermanos artilleros a sacar las piezas del barro en la llanada, bajo la presión enemiga que era cada vez más tenaz y mor­tífera.

El hambre algunas veces y la sed casi siempre fueron compañeras de los legionarios. Pero para la sed de agua tenían la sed de gloria y para el hambre de pan la otra hambre de distinguirse, de servir, de sacrificarse. Y eso era en La Legión moneda corriente, acontecer de cada día.



El Espíritu de acudir al fuego: La Legión desde el hombre solo hasta La Legión entera, acudirá siempre a donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello.

5 de septiembre de 1921. Defensa de Melilla. Las Banderas han salido a operar y en el vivac no quedan más que enfermos, rancheros, escribientes y conductores de las acémilas no necesarias. Se incor­poran dos nuevos Oficiales que esperan el regreso de las Banderas para presentarse en sus destinos.

El Capitán Malagón, enfermo, observa que al frente, la cercana posición de Ait-Aixa, guarnecida por soldados peninsulares, recibe fuego de cañon desde el Gurugú mientras crepita la fusilería. Se advierte entre la guarnición un poco de desconcierto y que algunos soldados salen corriendo por la loma. El peligro de Ait-Aixa es in­ dudable.

El Capitán Malagón no duda ni un instante, manda a un corneta tocar general y bajo su mando y el de los dos Oficiales, los enfermos, los acemileros, los escribientes, salen todos disparados hacia Ait-Aixa, restablecen la calma, rechazan al enemigo y resuelven la situacion. Hay, varios heridos y entre ellos, gravemente el Capitán Malagón y el Alférez Cerneros, más un legionario muerto.

La Legion ha oído el fuego y ha acudido a él, aun sin tener orden para ello.



El Espiritu de disciplina: Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.

Sin este Espíritu, hasta la muerte por obediencia, no habria sido posible la creación de La Legión.

Los que nos lean pueden meditar sobre este postulado: ¿ Cómo ha sido posible encuadrar, domeñar, someter a tantos hombres de distintas personalidades, muchos de los cuales se habían constuido ­en reyes de sí mismos, en dueños de una ilimitada libertad que ni las propias leyes de los Estados habían podido coartar? Nada hay peor que el contagio y si no hubiera sido por la férrea disciplina, los excesos de unos hubieran sido como una mecha encendida para transmitirse a los demás y hacer cundir el desorden en las filas.

Pero hay algo más: La disciplina fue primero impuesta a los hom­bres porque era necesario, pero muy pronto, cuando los legionarios se dieron cuenta de que marchaban por un camino de gloria, cuando vieron que no estaban solos, pues que sus Jefes y compañeros cons­tituían para ellos una nueva familia, cuando observaron que La Le­gión se regía por una estricta justicia, dando a cada cual lo merecido, pasó a ser una virtud general, consuetudinaria, como en el amor propio, en la propia entraña de cada hombre.

“Sirvo porque debo servir. Obedezco porque debo obedecer. Si no lo hago mereceré el desprecio de todos.”

Por ello el castigo corporal está prohibido en La Legión. Al que comete faltas graves se le quitan las armas porque no merece llevar­las, y se le envía al pelotón de arrestados, para que, con otros como él, realicen la limpieza y aseo del campamento, hagan los trabajos que sean precisos y no gocen de libertad. Sus armas, durante el arresto, serán el pico, la pala y la escoba.

“Castigo impuesto, castigo cumplido”, reza el precepto no escrito pero común en La Legión. El arrestado cumplirá su castigo íntegra­mente porque tiene el derecho de que así sea. Después podrá volver a su Unidad, recibir sus armas y pagar el reato con actos de heroísmo.

La disciplina en La Legión no se aparta un milímetro de la que el General Franco explicó a los cadetes de la Academia General de Zaragoza en un discurso cuyas palabras tienen sabor de eternidad.

El Espiritu de combate: La Legion pedira siempre, siempre combatir, sin turno, sin contar los dias. Ni los meses, ni los años.

El primer servicio que prestó La Legión fue el envío de varios acemileros con cargas de la columna que ocupó Xauen.

Las Banderas, en sus campamentos, prestaban servicios de cam­paña, protegían convoyes, hacían vigilancia de caminos, pero no com­batían. Los Jefes de las Columnas no fiaban en la nueva Unidad y si se salía a operar La Legión marchaba en el grueso.

Entre los soldados de otros Cuerpos había algo así como rechifla, que produjo esta canción que se entonaba entre ellos:

¿ Quiénes son esos soldados

de tan bonitos sombreros?

El Tercio de legionarios

que llena sacos terreros.

Algunas narices fueron rotas y algunos ojos quedaron lívidos por­que sus propietarios habían cantado la cancioncilla en alguna cantina ante los legionarios.

Los Jefes, los Oficiales y la tropa legionaria sentían en sus almas el más doloroso resentimiento. ¿ Para esto habían venido? ¿ Para eso se les había hablado de gloria y de muerte? El Teniente Coronel no descansaba en sus gestiones apasionadas para que se emplease a La Legión, para que se les dieran los servicios de vanguardia que le correspondian

En Junio de 1921, ¡ por fin!, en la operación para ocupar la posi­ción Muñoz Crespo aunque va en el grueso de la columna, las incidencias del combate y su dureza, la hacen intervenir y lo hace con y lo hace con tanto valor, con tanta eficacia que produce la admi­racion de todos. Ya no volvió a oírse la canzoneta y los legionarios estallaban de orgullo.

Poco despues la rota de Annual y el derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla, les dio ocasión de llegar los primeros a la ciudad asediada y amenazada.

La Legión pidió insistentemente marchar en socorro de los españoles que estaban en Nador. Se le negó el permiso con sobrada razón porque había que esperar a que llegasen de la nuevas fuerzas y había que evitar un posible fracaso dejando a Melilla desamparada.

En 1924, cuando el Gobierno del General Primo de Rivera acordó el repliegue de todas las fuerzas de los territorios de Tetuán y Larache, el propio General escuchó de labios del Teniente Coronel Fran­co, Jefe de La Legión, la petición de ir hasta Axdir, foco de la para acabar con la guerra de Marruecos. También le fue negado por razones cuyo fundamento estaba reservado en la mente Dictador.

Siempre, siempre, la Legión ha pedido combatir porque así se lo manda su CREDO.



El Espíritu de la muerte: El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

Hemos de honrar estas páginas con un relato extraído del Diario de una Bandera, del Comandante Franco. Este relato prueba, como otros muchos, lo que significa para los legionarios el Espíritu de la muerte. Se refiere al blocao de Dar-Hamed, que los soldados llamaron “El Malo”, a los pocos meses del socorro a Melilla:

“El 14 de septiembre fue relevado el blocao y guarnecido por un Oficial con tropas del Disciplinario y en la noche del 15 al 16 es de nuevo atacado. En la tarde de este día el enemigo ha roto sobre él su fuego de cañón desde las laderas del Gurugú; un cañonazo ha caído en el blo­cao y el oficial es herido; el fuego de fusilería es al mismo tiempo muy intenso; el enemigo lo rodea y espera conquistarlo. De la Segunda Caseta avisan al Atalayón que el blocao tiene herido al Oficial y necesita auxilio. El Teniente Agulla, que manda las fuerzas de La Legión destacadas en este último punto, quiere ir en su socorro; no se lo permiten; sus hombres son necesarios en la defensa de su posición. Entonces reúne a la tropa y pide voluntarios para ir con un cabo a reforzar el blocao durante la noche. Todos se pelean por ir; entre ellos escoge a un cabo y 14 legionarios que ve más decididos; es el cabo SUCESO TERRERO cuyo nombre ha de figurar con letras de oro en el Libro de La Legión. Saben que van a morir; antes de marchar, algunos soldados hacen sus últimas recomendaciones; uno de ellos, Lorenzo Camps, había cobrado días antes la cuota y no había tenido ocasión de gastarla; hace entrega de las 250 pesetas al Oficial, diciéndole:

-Mi Teniente, como vamos a una muerte segura, ¿quiere usted entregarle en mi nombre este dinero a la Cruz Roja?

Anochece cuando llegan al blocao; el enemigo lo ataca furiosa­mente y dos soldados caen heridos antes de cruzar las alambradas. pero son recogidos; cuando entran en el blocao encuentran al Oficial gravemente herido y otros soldados están ya muertos.

La noche ha cerrado y el enemigo ataca más vivamente; un enor­me fogonazo ilumina la posición y un estampido hace caer a tierra a varios de sus defensores; los moros habían acercado sus cañones y bombardean el blocao furiosamente; en pocos momentos “el Malo” había desaparecido, y sus defensores quedaban sepultados bajo los escombros... ¡ Así se defiende una posición! ¡ Así mueren los legiona­rios por España !

Otra prueba de lo que significa el Espíritu de la muerte la dio la Primera Compañía de la Primera Bandera, al sacrificarse íntegra bajo el mando de su Laureado Capitán Pablo Arredondo Acuña, para proteger el repliegue de las columnas en la difícil y trágica retirada de Hamara, el 19 de noviembre de 1924.



La Bandera de La Legión: Será la más gloriosa porque la teñirá la sangre de sus legionarios.

En otro lugar de este libro puede verse la estadística de muertos y heridos de La Legión en las campañas de Marruecos y durante la guerra civil que se inició en 1936.

Por ello, este párrafo debe rezar así: “La Bandera de La Legión es la más gloriosa porque está empapada en la sangre de sus Legio­narios.”

Esa Bandera entregada por manos Reales, la recibió como premio La Legión. Y entre los legionarios corría la hermosa conseja, no sabemos si cierta, de que la Reina Victoria, al bordarla, se habia pinchado en un dedo y que su sangre manchó con una gota el Sagrado Lienzo.

Los corazones legionarios siempre están abiertos a estas cosas que tocan lo sublime.



Todos los hombres legionarios son bravos: Cada Nación tiene fama de bravura; aquí es preciso demostrar qué pueblo es el más va­liente.

No hay dudas de que estas palabras, que cierran el CREDO LE­GIONARIO, fueron escritas por el Fundador para excitar la emu­lación de los legionarios de distintas nacionalidades.

Pero, por un fenómeno de simbiosis, los extranjeros asimilaron tan perfectamente la personalidad de los españoles legionarios, que en realidad, no hubo diferencia entre unos y otros sobre todo cuando aprendieron el idioma castellano

Entre los varios que por su valor y capacidad alcanzaron el empleo de Oficiales, además de los españoles había alemanes, búlgaros, un colombiano, un húngaro... 

Y entre las clases, suboficiales y sargentos loe hubo de casi todas las nacionalidades.

Españoles y extranjeros sirvieron a La Legión con lealtad y mu­chos de ellos cayeron con honor en el combate.

Hemos de clausurar este largo capitulo y lo haremos con una sola frase afirmativa:



EL ESPIRITU DE LA LEGION ES LA SUBLIMACION DEL ESPIRITU DE LA INFANTERIA ESPAÑOLA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario